Buenas mis queridos
valentin@s:
Ya os dije que este
domingo publicaría tarde, así que ahora no me vengáis con historias ¿eh? ¡Madre
mía! Menuda fiestecita que se montan en Madrid para el orgullo gay, que yo, en
mi humilde opinión, ya no le veo mucho sentido reivindicativo, pero oye, la
fiesta que te pegas es minina. Solo os diré que he visto a Ari hacer una
carrera de tacones con un par de draks, cerveza en mano, y perder...que
habilidad con el taconeo tienen estas divas de la noche, es increíble, eso sí,
Ari casi pierde la dignidad en esa carrerita pero no se le derramó ni una gota
de cerveza, porque eso tarda tropecientos mil millones de años en
biodegradarse, o eso dice ella, yo digo que más bien la economía no nos deja
derrochar ni una gotita de cerveza, aunque nos vaya un tobillo en ello.
Bueno, hoy, como no tenía
muy claro de que iba a hablar, he optado por contar una serie de anécdotas con
mis queridos valentiamig@s, que tengo claro que si no las vives no hacen ni la
mitad de gracia que escribiéndolas, pero quiero que queden plasmadas para la
posteridad y podamos leérselas a los hijos de los hijos de nuestros
hijos...porque las valentinas vamos a ser más
eternas que la Reina Madre de Inglaterra.
Bueno, pues empezamos
este anecdotario con una noche apacible de un mes cualquiera, donde nos encontrábamos
Nat, Sergio y yo comiendo en un bar garrulo de un menú fritanguero y súper barato,
de estos que te ponen un bote rojo, llamémosle ketchup y otro blanco,
llamémosle X, encima de la mesa para que tú te sirvas. Bueno, pues Sergio
llevaba toda la noche dándonos la matraca con su último viaje a Andorra, porque
vaya tela Valentin@s, que Sergio haga un viaje, implica que luego nos lo cuente
desde el minuto que empieza a hacer la maleta, hasta el minuto en que la
deshace...y no, no se salta ningún detalle, te cuenta día por día, hora por
hora, comida por comida, así que no os quiero decir nada cuando el viaje dura
más de 15 días... pero eso, que el chiquillo estaba súper contento fardando de
su ultima sudadera de Star Wars, que si le había salido más barata que si plim,
que si plam. Que si estábamos teniendo el honor de ver su debut en sociedad y
todas esas chorradas, cuando decide coger el bote llamado X y preguntar -¿Que
cojones es esta salsa?- mientras le daba vueltas en las manos, a lo que Nat y
yo contestamos que ni zorra, que la pruebe. Matizo que cuando nosotras dijimos
probar, nos referíamos a echar un poquito en el plato y probarla, pues no. ¿Qué
hizo? se puso el pitorrito en la nariz y apretó, supongo que por una especie de
complejo de perro sabueso o algo así. ¿Resultado? Se le metió un chufletazo de
salsa hasta el cerebro, rebotando en este y cayendo por encima de toda la
sudadera. ¿Reacción? Limpiarse con la manga de su nueva y fabulosa sudadera,
mientras Nat escupía un trozo de hamburguesa a la espalda de un chico y yo
tiraba toda la coca cola que tenía por la nariz a modo fuenticilla del parque,
por culpa de la risa que nos entró al ver a la enciclopedia con patitas y su
sudadera ultrasónica nueva llenitos de salsa, vamos, que parecía que alguien
acabase de tener un final feliz en su cara, ya me entendéis. Pero la noche no
acabó ahí para Sergio, porque cuando aún íbamos descojonándonos de ese
momentazo por la calle, va y pisa una mierda recién horneada del tamaño de una
rueda de camión y se resbala, haciendo un paso de baile al más puro estilo
Dirty dancing, y aún pretendía disimular, pero imposible, Nati ya estaba tirada
encima del capó de un coche aparcado agarrándose la tripa y yo con las piernas
cruzadas, apoyada en la pared intentando no mearme de la risa, literalmente.
Definitivamente Sergio nos tuvo entretenidas toda la noche.
Ahora paso a un día que
yo me había quedado a dormir en casa de Andrea, como otras tantas veces, porque
como vive en la otra punta de la ciudad, cuando voy, al menos paso una
nochecita allí, así marujeamos libremente. Bueno, pues cuando abrí un ojo legañoso
y vi la hora que era por poco no me da un ataquito al corazón. Salí corriendo
de la habitación y me fui directa al baño para darme una agüita rápida antes de
ir a currar.
La bañera estaba ocupada,
y no, no era su marido, era ella con el nene, y les dije que me dejasen un
hueco porque no llegaba al trabajo, total que ahí estábamos los tres en la
bañera a modo ducha cuando el niño, que estaba en el medio, mira hacia mí, mira
hacia su madre, y de repente suelta más contento que unas
castañuelas-¡aaaaaaaaaala!¡dos cucaaaaaas!¡fiestón, fiestooooon!- Por poco no
me caigo redonda en la bañera, ¿Como puede ser?¡Tiene cuatro malditos años! Si
lo que yo decía, el puñetero cromosoma Y...Andrea descojonada dijo-Es clavadito
a su padre, eso seguro, porque a mí las cucas como que no-
Otro día, de esto ya ha
pasado mucho más tiempo, estaba yo en mitad de una exposición de un trabajo
para clase, usando a la profesora como conejillo de indias para explicar cómo
se debe guiar a un ciego, cuando me giré a mi amado público, entre el cual se
encontraba nuestra Elenotas mirándome con esos ojos verdes, buscando cualquier
capullada para reírse después de mi. Entonces me volví a girar para hacer la
demostración práctica de la teoría que acababa de explicar y sin darme cuenta,
en vez de cogerle el brazo a la profesora/conejillo de indias, le agarré la
teta, pero no fue un pequeño roce leve no, fue un agarrón en toda regla, tanto
como para darme cuenta de que llevaba un sujetador sin aro y sin relleno, os podéis
imaginar, ¿no? Me quería morir, (por fin le di un significado útil a la frase
"que se me trague la tierra"), y ahí estaba yo dando vueltas como una
imbécil, mientras no paraba de decir ¡Nopuedesernopuedeser!-con todos mis
compañeros delante de mí, conteniendo el aire después de ver un agarre de tetaza
en medio de una clase, cuando la cabrona de Elena lanzó una carcajada que le
salió de lo más profundo de la chirla y desde entonces, no me ha dejado
olvidarlo. Juro que algún día tendré que ir a un psicólogo para superar ese
capítulo de mi vida.
Ahora vamos a por Julia,
si, si, Julia prepárate.
Volvíamos de Madrid en
uno de esos coches compartidos, donde nos tocó aguantar a un zumbado que no
paraba de hablar de no se que ostias de constelar en grupo y representar los
sentimientos. En fin, que nos deja cerca de nuestra casa y cuando íbamos chino
chano andando, me doy cuenta de que estoy hablando sola. Me giro para ver donde
narices se ha metido mi hermana, cuando me la veo cruzada de piernas,
agarrándose el parrusote con las dos manos y dando pasitos a lo Michael Jackson
con la cara contraída por el pánico mientras me decía,-¡Valen que me meo, ais
que me meo y ahora me he cruzado de piernas y no voy a poder andar sin mearme
encima...ais Valen que me meo!- Y yo, obviamente descojonada le digo que
intente andar con la mayor dignidad posible, que solo nos quedaban dos calles
para llegar a casa. Total, que agobiadísima y al borde de las lágrimas, decide
descruzarse de piernas justo en el momento que estábamos pasando por delante de
un escaparate de una cafetería toda acristalada dejando tras de ella un rastro
en el suelo, como si de un caracol se tratase, eso sí, con la cabeza muy alta,
a pesar de que todo el mundo vio como se iba haciendo pis mientras arrastraba
su maleta.
Un día, en una de esas
jornadas ultra deportivas a las que Natasha consigue arrastrarnos, más o menos
una vez cada diez años. Estábamos todas muy puestas, con las bicicletas recién
sacadas de la furgoneta, con nuestras mallas y rodeadas de chicos mazadísimos y
marcando todo el paquetorro que dios les ha dado en esos mayots tan poco
favorecedores pero que dejan muy poco a la imaginación…A lo que decidimos
empezar la ruta, y mientras nos estamos abrochando los cascos, el monitor se
pone a contar a todos los miembros (y no precisamente a los embasados en esos
mayots), cuando nos grita al más puro estilo coronel del ejército que falta
uno. Todos nos ponemos como locos a mirar a nuestro alrededor para ver quién es
el porculero que nos está retrasando, y de repente se escucha a lo lejos unos
quejiditos, que se podían confundir con el lamento de una ardilla. Nos giramos
y vemos a Nat tirada al final de una cuesta, patas arriba, enredada con la
bicicleta y con medio culo al aire mientras pide socorro. Las Valentinas no
podíamos movernos del sitio por dos razones muy simples:
1- Porque si lo hacíamos
nos mearíamos encima de la risa.
2- Porque era más
divertido ver como Natasha se moría de vergüenza al ser ayudada por dos
machomen, mientras se debatía entre ponerse en pie y salir de ese amasijo de
hierros, o bien taparse el culo como buenamente pudiese sin perder más dignidad
de la ya perdida al rodar por la cuesta cual croquetilla gigante.
La anécdota siguiente es
de mis momentos favoritos del mundo mundial, quizás no os haga tanta gracia,
porque de verdad que esta sí que pienso que hay que vivirla para apreciarla en
su plenitud.
Estábamos en una de esas
fiestas temáticas que tanto nos gustan, en casa de un amigo del amigo del primo
de, de, de…Vestidas de vaqueras del oeste y bebiendo como si no hubiese un
mañana. Bueno…pues la señorita Carol, se puso a tontear con el más pardillo del
lugar, un chico con una cara de virgen que no se la podía quitar de encima el
pobre. Total, que llegan las tantas de la mañana, y quien dice tantas dice las
ocho, ocho y pico de la mañana. Ya solo quedábamos las tipas duras del salvaje
oeste, pero nada, que Carol seguía rayando al pobre nenuquito de la fiesta y no
había manera de hacerle entender que ya no eran horas de follisqueo, que yo
entiendo que con tanto alcohol en vena, lo que apetece es sudarlo en la cama,
pero no es justo tener a tus amigas esperando tiradas por las esquinas de la
casa. Así que ya hartas de ver ese juego absurdo, decidimos irnos y cuando
vamos a salir por la puerta oímos que Carol suelta a grito pelado:-¡ A ver tío
¿Qué no entiendes? Tú eliges, o me chupas el C*** o me comes el sobaco…-¿Hola?
Pero lo más fuerte de todo es que el chavalín se lo estaba pensando cuando
decidimos intervenir y sacar a Carol de esa casa antes de que acabase teniendo
un orgasmo sobaquero. Increíble, ella niega haber dicho eso pero las valentinas
lo tenemos grabado a fuego en nuestras memorias.
En otra de estas súper
fiestas, Rosa, que para aquel entonces estaba disfrutando de su sexualidad a
tope, se puso a ligotear con un chulazo que no tenía mala pinta. Total que si
estudias o trabajas, que si que ojos más bonitos, que si como puede ser que no
tengas novio…acabaron en casa de ella dedicados al fornicio cual animales en
celo. Ella sacó un preservativo del cajón, sin darse cuenta de que eran con
efecto retardante y claro, vosotros os preguntareis, ¿Por qué con efecto
retardante? Pues porque uno de sus exs era más veloz que el conejito duracel y
como los condones tardan en caducar un siglo, pues ahí estaban.
El chaval ya estaba
desesperadico perdido, preguntándose internamente que cojones le pasaba a su
miembro, y de tanta fuerza que hizo y tanto empeño que le puso al asunto, se
tiró el pedo más atronador de la historia de las ventosidades. ¿Resultado? El
miembro en cuestión se le bajó de golpe de la vergüenza que sentía. ¿Reacción?
Rosa, que a esas alturas ya estaba más que satisfecha y más que harta de tener
que estar aguantando a ese sujeto encima de ella, decidió echarle muy
educadamente de su casa alegando que los pedos mataban el romanticismo del
momento. Obviamente en cuanto el pedoman se largó, nos hizo una llamada de esas
multitudinarias para contárnoslo, porque si creéis, queridos hombres, que las
mujeres no nos contamos las aventuras de cama, estáis muy equivocados.
Y por último, pero no por
ello menos interesante, y juro que ya me cayo, porque hoy estoy que lo rompo
con esto de escribir, os contaré la cocina-fusión de nuestra querida Elena.
Una mañana, después de
una noche larga y alcohólica perdida, nos levantamos en casa de Elena, Andrea y
yo. Me voy a la cocina, donde Elena estaba preparando el
desayuno/comida/merienda, porque eran ya unas horitas que de desayuno poco, y
la señorita, que está más cegata que papá topo, no llevaba las gafas puestas, yo
llevaba los ojos pegados de legañas y bastante tenía con conseguir que mi
cabeza siguiese pegada a mi cuello.
Nos sirve el desayuno, un tazón de leche con colacao y unos bollitos y ahí que empezamos a mojar los
bollitos en la leche. Digo -¿ Tía, que tipo de leche es esta que me sabe tan
mala? Y ella me contesta –Valen, es la leche de toda la vida, solo que tienes
la lengua más seca que un esparto de todo lo que bebiste anoche. Así que nada,
sigo desayunando sin quedarme muy convencida, y por la cara que ponía Elena, a
ella tampoco le estaba sabiendo muy buena la leche, cuando entra Andrea, mira
el brick que había en la encimera de la cocina y dice,-¿Alguien me explica que
cojones hacéis desayunando caldo de cocido con colacao y bollitos?-
Un besazo enorme Valentinas,
nos vemos el domingo que viene con mas historias zarrapastrosas. ¡Os adoro!
Facebook: valentina en
tacones
Twitter: @valentacones
No hay comentarios:
Publicar un comentario