domingo, 6 de julio de 2014

El anecdotario de Valentina

Buenas mis queridos valentin@s:

Ya os dije que este domingo publicaría tarde, así que ahora no me vengáis con historias ¿eh? ¡Madre mía! Menuda fiestecita que se montan en Madrid para el orgullo gay, que yo, en mi humilde opinión, ya no le veo mucho sentido reivindicativo, pero oye, la fiesta que te pegas es minina. Solo os diré que he visto a Ari hacer una carrera de tacones con un par de draks, cerveza en mano, y perder...que habilidad con el taconeo tienen estas divas de la noche, es increíble, eso sí, Ari casi pierde la dignidad en esa carrerita pero no se le derramó ni una gota de cerveza, porque eso tarda tropecientos mil millones de años en biodegradarse, o eso dice ella, yo digo que más bien la economía no nos deja derrochar ni una gotita de cerveza, aunque nos vaya un tobillo en ello.

Bueno, hoy, como no tenía muy claro de que iba a hablar, he optado por contar una serie de anécdotas con mis queridos valentiamig@s, que tengo claro que si no las vives no hacen ni la mitad de gracia que escribiéndolas, pero quiero que queden plasmadas para la posteridad y podamos leérselas a los hijos de los hijos de nuestros hijos...porque las valentinas vamos a ser más  eternas que la Reina Madre de Inglaterra.

Bueno, pues empezamos este anecdotario con una noche apacible de un mes cualquiera, donde nos encontrábamos Nat, Sergio y yo comiendo en un bar garrulo de un menú fritanguero y súper barato, de estos que te ponen un bote rojo, llamémosle ketchup y otro blanco, llamémosle X, encima de la mesa para que tú te sirvas. Bueno, pues Sergio llevaba toda la noche dándonos la matraca con su último viaje a Andorra, porque vaya tela Valentin@s, que Sergio haga un viaje, implica que luego nos lo cuente desde el minuto que empieza a hacer la maleta, hasta el minuto en que la deshace...y no, no se salta ningún detalle, te cuenta día por día, hora por hora, comida por comida, así que no os quiero decir nada cuando el viaje dura más de 15 días... pero eso, que el chiquillo estaba súper contento fardando de su ultima sudadera de Star Wars, que si le había salido más barata que si plim, que si plam. Que si estábamos teniendo el honor de ver su debut en sociedad y todas esas chorradas, cuando decide coger el bote llamado X y preguntar -¿Que cojones es esta salsa?- mientras le daba vueltas en las manos, a lo que Nat y yo contestamos que ni zorra, que la pruebe. Matizo que cuando nosotras dijimos probar, nos referíamos a echar un poquito en el plato y probarla, pues no. ¿Qué hizo? se puso el pitorrito en la nariz y apretó, supongo que por una especie de complejo de perro sabueso o algo así. ¿Resultado? Se le metió un chufletazo de salsa hasta el cerebro, rebotando en este y cayendo por encima de toda la sudadera. ¿Reacción? Limpiarse con la manga de su nueva y fabulosa sudadera, mientras Nat escupía un trozo de hamburguesa a la espalda de un chico y yo tiraba toda la coca cola que tenía por la nariz a modo fuenticilla del parque, por culpa de la risa que nos entró al ver a la enciclopedia con patitas y su sudadera ultrasónica nueva llenitos de salsa, vamos, que parecía que alguien acabase de tener un final feliz en su cara, ya me entendéis. Pero la noche no acabó ahí para Sergio, porque cuando aún íbamos descojonándonos de ese momentazo por la calle, va y pisa una mierda recién horneada del tamaño de una rueda de camión y se resbala, haciendo un paso de baile al más puro estilo Dirty dancing, y aún pretendía disimular, pero imposible, Nati ya estaba tirada encima del capó de un coche aparcado agarrándose la tripa y yo con las piernas cruzadas, apoyada en la pared intentando no mearme de la risa, literalmente. Definitivamente Sergio nos tuvo entretenidas toda la noche.

Ahora paso a un día que yo me había quedado a dormir en casa de Andrea, como otras tantas veces, porque como vive en la otra punta de la ciudad, cuando voy, al menos paso una nochecita allí, así marujeamos libremente. Bueno, pues cuando abrí un ojo legañoso y vi la hora que era por poco no me da un ataquito al corazón. Salí corriendo de la habitación y me fui directa al baño para darme una agüita rápida antes de ir a currar.

La bañera estaba ocupada, y no, no era su marido, era ella con el nene, y les dije que me dejasen un hueco porque no llegaba al trabajo, total que ahí estábamos los tres en la bañera a modo ducha cuando el niño, que estaba en el medio, mira hacia mí, mira hacia su madre, y de repente suelta más contento que unas castañuelas-¡aaaaaaaaaala!¡dos cucaaaaaas!¡fiestón, fiestooooon!- Por poco no me caigo redonda en la bañera, ¿Como puede ser?¡Tiene cuatro malditos años! Si lo que yo decía, el puñetero cromosoma Y...Andrea descojonada dijo-Es clavadito a su padre, eso seguro, porque a mí las cucas como que no-
Otro día, de esto ya ha pasado mucho más tiempo, estaba yo en mitad de una exposición de un trabajo para clase, usando a la profesora como conejillo de indias para explicar cómo se debe guiar a un ciego, cuando me giré a mi amado público, entre el cual se encontraba nuestra Elenotas mirándome con esos ojos verdes, buscando cualquier capullada para reírse después de mi. Entonces me volví a girar para hacer la demostración práctica de la teoría que acababa de explicar y sin darme cuenta, en vez de cogerle el brazo a la profesora/conejillo de indias, le agarré la teta, pero no fue un pequeño roce leve no, fue un agarrón en toda regla, tanto como para darme cuenta de que llevaba un sujetador sin aro y sin relleno, os podéis imaginar, ¿no? Me quería morir, (por fin le di un significado útil a la frase "que se me trague la tierra"), y ahí estaba yo dando vueltas como una imbécil, mientras no paraba de decir ¡Nopuedesernopuedeser!-con todos mis compañeros delante de mí, conteniendo el aire después de ver un agarre de tetaza en medio de una clase, cuando la cabrona de Elena lanzó una carcajada que le salió de lo más profundo de la chirla y desde entonces, no me ha dejado olvidarlo. Juro que algún día tendré que ir a un psicólogo para superar ese capítulo de mi vida.

Ahora vamos a por Julia, si, si, Julia prepárate.

Volvíamos de Madrid en uno de esos coches compartidos, donde nos tocó aguantar a un zumbado que no paraba de hablar de no se que ostias de constelar en grupo y representar los sentimientos. En fin, que nos deja cerca de nuestra casa y cuando íbamos chino chano andando, me doy cuenta de que estoy hablando sola. Me giro para ver donde narices se ha metido mi hermana, cuando me la veo cruzada de piernas, agarrándose el parrusote con las dos manos y dando pasitos a lo Michael Jackson con la cara contraída por el pánico mientras me decía,-¡Valen que me meo, ais que me meo y ahora me he cruzado de piernas y no voy a poder andar sin mearme encima...ais Valen que me meo!- Y yo, obviamente descojonada le digo que intente andar con la mayor dignidad posible, que solo nos quedaban dos calles para llegar a casa. Total, que agobiadísima y al borde de las lágrimas, decide descruzarse de piernas justo en el momento que estábamos pasando por delante de un escaparate de una cafetería toda acristalada dejando tras de ella un rastro en el suelo, como si de un caracol se tratase, eso sí, con la cabeza muy alta, a pesar de que todo el mundo vio como se iba haciendo pis mientras arrastraba su maleta.

Un día, en una de esas jornadas ultra deportivas a las que Natasha consigue arrastrarnos, más o menos una vez cada diez años. Estábamos todas muy puestas, con las bicicletas recién sacadas de la furgoneta, con nuestras mallas y rodeadas de chicos mazadísimos y marcando todo el paquetorro que dios les ha dado en esos mayots tan poco favorecedores pero que dejan muy poco a la imaginación…A lo que decidimos empezar la ruta, y mientras nos estamos abrochando los cascos, el monitor se pone a contar a todos los miembros (y no precisamente a los embasados en esos mayots), cuando nos grita al más puro estilo coronel del ejército que falta uno. Todos nos ponemos como locos a mirar a nuestro alrededor para ver quién es el porculero que nos está retrasando, y de repente se escucha a lo lejos unos quejiditos, que se podían confundir con el lamento de una ardilla. Nos giramos y vemos a Nat tirada al final de una cuesta, patas arriba, enredada con la bicicleta y con medio culo al aire mientras pide socorro. Las Valentinas no podíamos movernos del sitio por dos razones muy simples:

1- Porque si lo hacíamos nos mearíamos encima de la risa.
2- Porque era más divertido ver como Natasha se moría de vergüenza al ser ayudada por dos machomen, mientras se debatía entre ponerse en pie y salir de ese amasijo de hierros, o bien taparse el culo como buenamente pudiese sin perder más dignidad de la ya perdida al rodar por la cuesta cual croquetilla gigante.

La anécdota siguiente es de mis momentos favoritos del mundo mundial, quizás no os haga tanta gracia, porque de verdad que esta sí que pienso que hay que vivirla para apreciarla en su plenitud.

Estábamos en una de esas fiestas temáticas que tanto nos gustan, en casa de un amigo del amigo del primo de, de, de…Vestidas de vaqueras del oeste y bebiendo como si no hubiese un mañana. Bueno…pues la señorita Carol, se puso a tontear con el más pardillo del lugar, un chico con una cara de virgen que no se la podía quitar de encima el pobre. Total, que llegan las tantas de la mañana, y quien dice tantas dice las ocho, ocho y pico de la mañana. Ya solo quedábamos las tipas duras del salvaje oeste, pero nada, que Carol seguía rayando al pobre nenuquito de la fiesta y no había manera de hacerle entender que ya no eran horas de follisqueo, que yo entiendo que con tanto alcohol en vena, lo que apetece es sudarlo en la cama, pero no es justo tener a tus amigas esperando tiradas por las esquinas de la casa. Así que ya hartas de ver ese juego absurdo, decidimos irnos y cuando vamos a salir por la puerta oímos que Carol suelta a grito pelado:-¡ A ver tío ¿Qué no entiendes? Tú eliges, o me chupas el C*** o me comes el sobaco…-¿Hola? Pero lo más fuerte de todo es que el chavalín se lo estaba pensando cuando decidimos intervenir y sacar a Carol de esa casa antes de que acabase teniendo un orgasmo sobaquero. Increíble, ella niega haber dicho eso pero las valentinas lo tenemos grabado a fuego en nuestras memorias.

En otra de estas súper fiestas, Rosa, que para aquel entonces estaba disfrutando de su sexualidad a tope, se puso a ligotear con un chulazo que no tenía mala pinta. Total que si estudias o trabajas, que si que ojos más bonitos, que si como puede ser que no tengas novio…acabaron en casa de ella dedicados al fornicio cual animales en celo. Ella sacó un preservativo del cajón, sin darse cuenta de que eran con efecto retardante y claro, vosotros os preguntareis, ¿Por qué con efecto retardante? Pues porque uno de sus exs era más veloz que el conejito duracel y como los condones tardan en caducar un siglo, pues ahí estaban.

El chaval ya estaba desesperadico perdido, preguntándose internamente que cojones le pasaba a su miembro, y de tanta fuerza que hizo y tanto empeño que le puso al asunto, se tiró el pedo más atronador de la historia de las ventosidades. ¿Resultado? El miembro en cuestión se le bajó de golpe de la vergüenza que sentía. ¿Reacción? Rosa, que a esas alturas ya estaba más que satisfecha y más que harta de tener que estar aguantando a ese sujeto encima de ella, decidió echarle muy educadamente de su casa alegando que los pedos mataban el romanticismo del momento. Obviamente en cuanto el pedoman se largó, nos hizo una llamada de esas multitudinarias para contárnoslo, porque si creéis, queridos hombres, que las mujeres no nos contamos las aventuras de cama, estáis muy equivocados.

Y por último, pero no por ello menos interesante, y juro que ya me cayo, porque hoy estoy que lo rompo con esto de escribir, os contaré la cocina-fusión de nuestra querida Elena.

Una mañana, después de una noche larga y alcohólica perdida, nos levantamos en casa de Elena, Andrea y yo. Me voy a la cocina, donde Elena estaba preparando el desayuno/comida/merienda, porque eran ya unas horitas que de desayuno poco, y la señorita, que está más cegata que papá topo, no llevaba las gafas puestas, yo llevaba los ojos pegados de legañas y bastante tenía con conseguir que mi cabeza siguiese pegada a mi cuello.

Nos sirve el desayuno, un tazón de leche con colacao y unos bollitos y ahí que empezamos a mojar los bollitos en la leche. Digo -¿ Tía, que tipo de leche es esta que me sabe tan mala? Y ella me contesta –Valen, es la leche de toda la vida, solo que tienes la lengua más seca que un esparto de todo lo que bebiste anoche. Así que nada, sigo desayunando sin quedarme muy convencida, y por la cara que ponía Elena, a ella tampoco le estaba sabiendo muy buena la leche, cuando entra Andrea, mira el brick que había en la encimera de la cocina y dice,-¿Alguien me explica que cojones hacéis desayunando caldo de cocido con colacao y bollitos?-

Un besazo enorme Valentinas, nos vemos el domingo que viene con mas historias zarrapastrosas. ¡Os adoro!

Facebook: valentina en tacones

Twitter: @valentacones



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